Cuando el escarnecedor es castigado, el simple se hace sabio; Y cuando se le amonesta al sabio, aprende ciencia.
[Proverbios 21:11]

 

Este versículo debería estar en cada juzgado y salón legislativo de cada país.

Mientras el hombre piensa que la delincuencia se elimina con la educación, el infinitamente sabio e infalible Dios nos dice que: si las autoridades de cada país castigaran con eficacia y justicia a los criminales, aún el menos avisado (el simple) se hace entendido; aún el que no tenga mayor entendimiento aprende buena conducta, aunque sea a través de la consideración del castigo que recibió el malvado.

¿Por qué la criminalidad en nuestros países no disminuye sino que aumenta? Porque no hay castigo al criminal.
Porque aún las autoridades buscan no sólo suavizar el castigo al malhechor sino que, aún más buscan eliminarlo en un intento de seudo-progresismo ‘buenista’.

Pero la eficaz solución que el ser más infinitamente sabio del universo estableció sigue siendo despreciada, junto con el resto de Su Palabra por el hombre rebelde, orgulloso y soberbio. El polvo de barro se considera más sabio que el experto alfarero. Le parecen salvajes sus métodos y, para su propia destrucción los rechazan escogiendo sus propios torpes y absurdos métodos.

Pero Dios sigue clamando: “Cuando el escarnecedor es castigado, el simple se hace sabio”.