La mayoría de las personas piensa que se necesita hacer buenas obras para poder ser salvo. De hecho muchas personas tienen la falsa idea de que su salvación depende de la cantidad de buenas obras que haya logrado en su vida. Piensan que al final de todo habrá una gran balanza donde se pondrán sus buenas obras de un lado y las malas del otro lado y las que pesen mas determinarán el destino eterno de su alma.

Pero lo que la Biblia enseña es:

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.” (Efesios 2:8-9)

Tan sólo considérelo por un momento: si nuestra salvación dependiera de la cantidad de obras buenas que hubiésemos logrado, ¿cuántas buenas obras cree usted que serían suficientes para entrar al Reino de los Cielos? ¿Cien? ¿Mil? ¿Un Millón?

Dios nos enseña a través de la escritura que no importa cuántas buenas obras alcanzáramos a hacer durante nuestra vida, no es posible justificarnos delante de Él que es infinitamente santo, y dice: “Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, esevidente, porque: El justo por la fe vivirá” (Gálatas 3:11)
El versículo anterior nos enseña que el problema de tratar de lograr nuestra salvación a través de nuestras buenas obras es que no se trata de una balanza donde nuestras buenas obras se comparan con las malas y entonces se obtiene un resultado. Y

aunque así fuera, siendo honestos, la balanza se inclinaría drásticamente al lado de nuestras malas obras. Pero el versículo establece que a través del guardar las obras de la ley ninguna persona logrará demostrarse justo o bueno delante de Dios.

Y la gravedad de nuestra situación aumenta

A pesar de lo difícil que nos pueda resultar aceptarlo, el hecho de que creamos que estamos haciendo “buenas obras” no quiere decir que en realidad lo sean. Muchas de las “buenas obras” que creemos hacer no lo son, ya que no son motivadas en el fondo por un verdadero amor por Dios y el sincero deseo de agradarle a Él, sino por el deseo de agradar a los demás o a nosotros mismos. Dios nos enseña a través de Su Palabra que éstas no pueden ser consideradas como buenas obras:
“Entonces les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación.” (Lucas 16:15)

Cuando una persona se encuentra viviendo una vida de pecado e inmoralidad y luego intenta hacer “buenas obras”, éstas no le cuentan como buenas obras ni le reivindican de sus pecados e inmoralidad anteriores. Porque Jesucristo mismo dijo:

“No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego.” (Mateo 7:18-19)
Si tenemos un vaso lleno de agua sucia tomada del drenaje, sin lugar a dudas la consideraríamos muy sucia y de ninguna manera beberíamos de ella. Si en el mismo vaso tuviésemos la mitad de esta agua sucia y le echáramos la mitad de agua limpia y purificada ¿se atrevería a beberla? ¡Claro que no!, el agua sigue siendo imbebible debido a que el agua sucia ya contaminó la limpia. Ahora, si a un vaso casi lleno de agua limpia y purificada le echáramos unas gotas de esa agua sucia tomada del drenaje tampoco se atrevería a beberla ¿no es así? Pues lo

grave de nuestra situación es que, siendo honestos, nuestras malas acciones superan por mucho a las buenas. Y si nuestro cuerpo simbolizara ese vaso ¿cómo cree que está usted?

Un error muy común

Muchas personas dicen: “Yo no soy pecador” “yo no mato, yo no robo, yo no soy delincuente”. Estas personas tienen un concepto equivocado de lo que es el pecado. Para ellos el pecado es aquél acto atroz del secuestro o la violación. Pero Dios en la escritura no enseña eso sino que dice: “Toda injusticia es pecado;” (1Juan 5:17) Así que toda injusticia o maldad que hayamos cometido ya nos hace pecadores, y como pecadores nos hace merecedores del castigo de Dios. Porque la biblia dice:

“No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.” (1Corintios 6:9-10) “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.” (Apocalipsis 21:8)

Necesitamos reconocer que todos nosotros, sin excepción, hemos cometido más de alguno de los pecados que la escritura menciona, y como consecuencia no es posible heredar el reino de Dios. Al contrario, Jesucristo mismo dijo:

“ Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.” (Lucas 13:2-3)

Además de esto Dios nos enseña a través de la escritura que no existe persona sobre la tierra que sea justa o buena:
“Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque.” (Eclesiastés 7:20)

“…No hay Justo, ni aún uno; No hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.” (Romanos 3:10-12)
Así que nadie puede decir “yo no soy pecador”. El problema es que, como dice la escritura, los que practican el pecado no heredarán el reino de Dios y su destino eterno será el infierno.
Si tú mueres en esta condición de pecado tu destino seguro será el infierno. ¡¡Tú podrías ahora mismo estar yendo al infierno por toda la eternidad!!
Tú dirás: “si esto es así, entonces todos vamos directo al infierno y nadie se podrá salvar”. Efectivamente, debido a que somos tan pecadores estamos ya condenados al infierno. Dios en su Palabra dice:
“Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23)
“Porque la paga del pecado es muerte…” (Romanos 6:23)

¿ENTONCES AHORA QUE HACEMOS?

La buena nueva

En medio de todo este caos de perdición en el que te encuentras ahora, escucha la voz majestuosa de Dios hablándote por la escritura y diciéndote lo que debes hacer:

“Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo…” (Hechos 3:19)

Dios te está llamando porque no quiere que te pierdas en tus pecados y te vayas al infierno, así que te manda enfáticamente que te arrepientas de todos tus pecados y que te conviertas a Él. Y Él, en su gran amor, te promete borrar todos tus pecados si te arrepientes genuinamente.
Pero debo decirte que arrepentirse no es decir “lo siento” y sentirte un poco mal y entonces seguir con tu vida. Tampoco es lo que piensan demasiadas personas que “con un buen arrepentimiento al final”

será suficiente para salvarse. NO! No es así, estas formas de pensar son falsas ya que Dios te enseña por la escritura que arrepentirse es dejar de seguir practicando el pecado y que te vuelvas a la obediencia de los preceptos de Dios.

Buscad al Señor mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Señor, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.(Isaías 55:6-7)
Así que el verdadero arrepentimiento no consiste en palabras u oraciones sino en hechos. En dejar la borrachera, la fornicación, el adulterio, el robo, las peleas, la drogadicción, la codicia, la corrupción, la injusticia, la idolatría, las mentiras, la lujuria, el odio y rencor, las maldiciones y todos los demás pecados puesto que le dan asco a Dios que es infinitamente santo.
Dios no quiere que sigas viviendo en esa vida de pecado que llevas. Él, por su gracia, está dispuesto salvarte de la condenación del infierno que todos tus pecados te han merecido si tienes fe en el sacrificio expiatorio de Jesucristo.
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8)
Así que la salvación no consiste en cuántas obras buenas hayas hecho. Además de que, cómo ya vimos, ninguna de aquellas obras que no son motivadas en el fondo por un verdadero amor por Dios y el sincero deseo de agradarle a Él cuentan como buenas obras. Sino que la salvación es el regalo que Dios, por su inmerecida gracia, ofrece a todo el que se arrepiente de todos sus pecados y tiene fe solamente en la Justicia de Jesucristo para alcanzar la salvación.
La justicia de Jesucristo es la única que puede merecer la entrada al cielo porque él fue perfecto y nunca pecó: “…nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca.” (Isaías 53:9) Y ahora Dios promete imputarte a ti la justicia perfecta de Jesucristo si te arrepientes y tienes fe, ya no en tus propias buenas obras ni tu buen comportamiento sino en la obediencia perfecta de Jesucristo que como cordero inocente pagó para que tú pudieras ser perdonado. “siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados

Pasados” (Romanos 3:24)
Así que mejor deja de depositar la seguridad de tu salvación a tus obras, pues ninguna de ellas ni todas las que pudieses acumular te contarán para tu salvación. Únicamente podrás ser salvo si Dios pone en tu cuenta la justicia perfecta de Jesucristo. Así que arrepiéntete ahora y clama de todo corazón a Dios te perdone y te de la fe para creer verdaderamente en Cristo y te haga nacer de nuevo porque sólo así podrás ser salvo. “Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.” (Juan 3:3) Ahora escucha la voz de Dios que te dice:
“Buscad al Señor mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Señor, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.”(Isaías 55:6-7)